En todas las experiencias humanas hay opciones extremas. Si te gusta la música, puedes decantarte por escuchar a Slayer o el experimentalismo del Be Bop. Si te gusta la pintura, puedes admirar el trazo salvaje de Pollock, y si lo tuyo es la arquitectura, tal vez te guste el brutalismo (tan en boga ahora mismo). En el caso de la cocina, para los que buscan experiencias fuertes, creo que pueden encontrarlas en la gastronomía peruana. Pocas gastronomías son capaces de incluir en un solo bocado lo dulce, lo picante, lo crudo, lo salado, lo ácido, etc. La explicación de esta mezcla tan volcánica probablemente viene de sus raíces, que van desde el mar hasta niveles de alturas difícilmente respirables, o la mezcla improbable con cocinas como la japonesa. En cualquier caso, el resultado es salvaje.
En Madrid, hace años que destaca el Tampu como uno de los mejores restaurantes de esta especialidad, y para allí fuimos. Empezamos con un pisco sour, que es una verdadera especialidad del lugar y una trampa para la cuenta final. Acidez alcohólica y dulzor a partes iguales, no hay que perdérselo. Ya en la comida, comenzamos con mejillones con hierbabuena realmente aromáticos y unas zamburiñas con toneladas de cúrcuma que nos parecieron un tanto excesivas. Saltamos a un sabroso majado de yuca con una anguila de sabor ahumado. Seguimos subiendo la apuesta con un ceviche con helado de aguacate y crujiente de plátano; y sin parar, pasamos a un tartar de carabineros, puro sabor. Para finalizar, bajamos un poco la intensidad a sabores más tradicionales: el sudado de corvina estaba realmente exquisito y terminamos con unas buenas carrilleras. El precio de la degustación es 65€, que realmente te deja satisfecho y te asegura una experiencia llena de adrenalina gustativa.