Yoka Kamada llegó a Madrid en el 2007, dicen que siguiendo al amor (¿qué otra cosa merece ser seguida en la vida?), con un bagaje culinario heredado de su madre y una repentina pasión por el flamenco. Aterrizó en una ciudad que ya empezaba a sentir interés por la comida japonesa, pero que contaba con pocos restaurantes dedicados, y diría yo que ninguno que combinara una alta calidad con un precio razonable. Su puesto del Mercado de Antón Martín se convirtió en un lugar de referencia para los foodies de esta ciudad (si es que por entonces se llamaban así) y visita obligada para todos los que amamos la cocina japonesa. El año pasado se animó a salir del mercado y abrir un segundo restaurante en Plaza Matute (esta mujer es más madrileña que San Isidro) y era una cita obligada. Empezamos con la anguila envuelta en una masa crujiente y salsa dulce de hoja, que sólo por la descripción podemos imaginar el nivel. El nori de atún rojo fue la demostración de la calidad de los básicos: arroz y pescado. En las verduras la tempura de verduras estaba estupenda, pero el momento mejor fueron las setas al carbón, puro sabor e intensidad, puro humo y sal. La panceta adobada en miso llevo el pico de intensidad hasta arriba. Terminamos con un mochi, que estaba estupendo, a pesar de que nunca he entendido muy bien la pastelería japonesa. No sé si Yoka está loca, lo que está claro es que cocina de maravilla, y cada día mejor.
