No hay duda de que vivimos tiempos de fascinación por lo asiático, especialmente por lo japonés e intensamente por su cocina. Se están abriendo muchos y buenos restaurantes en Madrid. Pero no acaba nuestro interés en intentar recrear lo mejor del recetario, sino que se intenta reproducir las formas en su restauración y los símbolos de exclusividad. Santoku La Barra precisamente coge esa afición tan japonesa de comer “en grupo”, todos alineados en la barra y con un menú que se decide y se prepara en el momento. Tradición, autenticidad, exclusividad. Hasta aquí todo correcto, aunque alguno habrá que le moleste la “apropiación cultural”. En cuanto a la comida, nos sirvieron de 6 platos de tradición japonesa, pero interpretación libre. Empezamos con un pez mantequilla con un miso dulce y la clorofila que le aportaba la hoja shiso, comienzo muy interesante. Seguimos por un tataki de atún con mojo y mascarpone que creaba un curioso tono lácteo. De los restantes sin duda la estrella fue el donburi de anguila con una caramelizado realmente sabroso. Un poco más decepcionante fue el “postre” de niguiri de salmón y plátano. Si no quieres dar postre, una elección perfectamente aceptable, no deberías servir este plato un tanto a medias. Y así, bajo una banda sonora que los que a los nacidos en los 70 nos hace rejuvenecer, paso la hora y media que dura esta mitad comida y mitad espectáculo. Hubo ruido y hubo nueces, un precio realmente ajustado y un ambiente agradable. Vale la pena probarlo.