En pleno centro de Marrakech y embutido en una de las clásicas callejuelas comerciales nos encontramos con Naranj Libanese. Muy al estilo de los restaurantes de Marrakech, lo más interesante es subir hacia la azotea, que en los meses frescos permite una agradable comida. En Naranj encontrará muchos turistas, pero también personas locales, y sobre todo no encontrará ese inquietante ambiente diseñado exclusivamente para occidentales. Olvídense del espantoso hilo musical chill out que llena la ciudad y de la omnipresente hamburguesa exótica que parece imposible de evitar. De entrante pedimos un mujadara (plato de lentejas para entendernos) con bulgur, repleto de perejil y cilantro para aportar frescor, y encurtidos para el contrapunto ácido. El plato estrella son los wraps, o los saj utilizando un término más libanés, que pueden pedirse de falafel, pollo o ternera. Me sorprende siempre la elegancia de los equilibrios de sabor en la comida libanesa. El yogur, el vinagre, las hierbas, las carnes, todo siempre suavemente contrapesado. Para cerrar una hallawa, ese dulce de sésamo, que como era de esperar era puro dulzor y fruto seco. Un sitio para tomar un descanso del atribulado Marrakech.