Resulta sorprendente el efecto que tiene comer de una determinada manera y no de otra. Un ejemplo: si yo me hago un bocadillo de jamón en mi casa y me lo como, está bueno. Pero si ese mismo bocadillo me lo tomo tras una larga excursión me sabrá infinitamente mejor, aunque objetivamente este con el pan reblandecido y el jamón recalentado de la mochila. Comer junto al mar produce el mismo efecto y si además es un mar como el de Altea el efecto es doble. L´Olleta no puede estar en mejor sitio. Frente a la isla de L´Olla, junto a la playa y rodeado de un pinar. Brisa, sombra y las vistas que cualquiera querría. Pero un restaurante da de comer, y la comida no puede fallar. Empezamos con un pan con tomate y alioli (obligatorio era) y aunque estaba rico, el exceso de nevera en el tomate lo estropeaba un tanto. Para continuar pensamos en un arroz, pues tenían muy buena pinta y al fin y al cabo estamos en Alicante, pero preferimos probar algo más arriesgado. Pedimos ceviche de negra, y el pescado estaba bien pero le faltaba un poco de pegada a la leche de tigre. Nuestra otra apuesta, el teriyaki de caballa y berenjena fue más interesante. Salado y dulce de la manzana, consiguiendo un resultado muy japo. La coca de bacalao tampoco acababa de funcionar por el error de dejar reblandecer la masa. Los dos platos más logrados sin duda fueron los últimos: un brioche con calamares y mayonesa de lima, sabroso y tierno; y la ensaladilla con pimentón y huevo frito, auténticamente sabroso. Resumiendo: platos irregulares pero en un lugar en lo que todo sabe a gloria. Me encanta el mar.
