Ya quedan pocos sitios que reúnan estas tres cualidades, y menos aún en ciudades tan turísticas como Sevilla, pero de vez en cuando encontramos uno y hay que celebrarlo. Al lado de la Real Maestranza, con una decoración tradicional, un personal eficiente de los que no quedan y una carta a la más vieja escuela, nos encontramos con el bar el Baratillo. El nombre, que le podría encajar por lo ajustado de los precios, le viene de la Hermandad El Baratillo, que se encuentra justo enfrente y que cuenta con una historia de cuatro siglos. Basándose en las tapas y raciones, no olvidemos que se define como bar y no como restaurante, la comida se plantea al más viejo estilo: encuentro social y participación. El salmorejo es punzante de vinagre, la ensaladilla bien montada, la cola de toro sabrosa, la carrillada tierna, las croquetas cremosas, los flamenquines correctos, las alcachofas bien preparadas. De los postres me alegré de encontrar leche frita, tan cara de conseguir hoy, pero no me convención demasiado el exceso de anís que tenía. En definitiva, un bar tradicional, en la mejor zona de Sevilla, a buen precio y con una oferta honesta. Si pasan por la ciudad no se olviden.
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