Uno se podría imaginar los restaurantes y bares japoneses como algo un tanto frío. Al fin y al cabo, los nipones siempre han tenido la fama de evitar el contacto físico y tener la obediencia como único interés en sus vidas. Lo cierto es que no se puede estar más equivocado. El bar/restaurante japonés, especialmente por la noche, se convierte en un auténtico festejo. La parroquia del local se apelotona de una manera increíble para un español (no sé dónde se queda el famoso miedo al contacto) y conversan de una forma escandalosa, subiendo el tono aún más si lo mezclan con las risotadas que acostumbran a dar. Sí que es cierto que por alguna extraña influencia del mundo vasco, los japoneses hacen lo mismo que estos, y tienden a juntarse siempre los chicos con las chicos y viceversa (ellos se lo pierden…). La relación de camareros recuerda mucho a la española y el «compadreo’ suele ser lo habitual. Hoiriya, un restaurante diminuto en el barrio de Taito en Tokio, conseguía algo realmente curioso. Te podían servir un magnífico sashimi, un estupendo salmón a la brasa, platos tan interesantes como el aguacate en aceite especiado o su sopa miso con patata, o su magnífica selección de sakes y cervezas japonesas. Pero ninguno de estos platos o bebidas era la razón para ir a su local. La verdadera atracción era sensación de cercanía, amabilidad y buen rollo que transmitía el dueño a todos los que estábamos allí. Saludando, sonriendo, siempre atento a cualquier detalle. Tratándote como si fueras de la familia.  Por cierto, si nada de lo que se expone aquí te suena es que solo has estado en bares de turistas: Mala suerte.

Detalles

Maravillosa comida, maravilloso ambiente, todo el cuidado en los detalles como los muebles, la iluminación, la vajilla… todos los platos tienen su función y su personalidad.

Nos encanta el logo.

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Hoiriya, comer en Tokio. Sardinas en L