Marruecos es un destino fascinante, pero presenta ciertos desafíos cuando se trata de comer. La cultura árabe, conocida por su rica tradición culinaria, se enriquece en Marruecos con influencias bereberes, mediterráneas y atlánticas. Esta combinación única ofrece una explosión de sabores orientales, equilibrada con la moderación de las especias mediterráneas, lo que convierte cada comida en un auténtico descubrimiento. Sin embargo, la experiencia gastronómica en Marruecos puede ser complicada debido al, aún hoy, limitado desarrollo de la hostelería general. Esto a menudo obliga a buscar refugio en establecimientos claramente orientados al turismo, pues si bien deseamos vivir una experiencia auténtica, hay ciertas dificultades que no se pueden ignorar. Por ejemplo, mientras que me siento cómodo comiendo codo con codo en cualquier mercado de Osaka, considero irresponsable comer en un local del zoco de Marrakech si no quiero arriesgarme a una gastroenteritis. Afortunadamente, al alejarnos de las principales ciudades o buscando con esmero dentro de ellas, es posible encontrar lugares estupendos que han actualizado su tratamiento del producto sin caer en una occidentalización absurda. Aquí podremos descubrir a lo que sabe un buen Tajín, una crujiente y dulce pastela de pollo, un sabroso cuscús, o sencillamente esas rodajas de naranja espolvoreadas con canela. En resumen, Marruecos es un lugar donde la comida puede ser tanto una aventura emocionante como un desafío. La clave está en saber dónde buscar y estar dispuesto a explorar más allá de los caminos turísticos habituales. Y por favor…que nadie vaya a esos sitios absurdos que sirven hamburguesa de camello, es sencillamente un espanto.

Carnicería en la medina de Marrakech