En nuestra infancia había bollos y pasteles. Seguro que la gente con conocimiento del tema te sabe marcar con claridad la diferencia, pero para los no expertos la cuestión es muy simple: El pastel era refinado y se compraba en la pastelería/confitería. El bollo era lo que comprábamos en la panadería. Era barato, era grande y en general llenaba mucho (el efecto deseado de una era sin dietas ni healthy food). Había panaderías artesanas y con alta calidad, pero también teníamos las de género puramente industrial que, si bien no eran las mejores, solían vender bollos de un tamaño descomunal y a un precio inferior (todo ventajas). De entre todos los bollos el que mejor ha aguantado el tiempo ha sido sin duda la palmera de chocolate. Lejos de irse perdiendo en la memoria infantil y los infiernos de los dietistas (¿quién se acuerda del cuerno ya?) la palmera ha conseguido dar el gran salto y pasar de bollo de infantería a pastel de la más alta alcurnia. Las mejores pastelerías compiten hoy por realizar la palmera más exquisita y los resultados son realmente notables: Oriol Balaguer, más renombre imposible en la pastelería, nos las ofrece en su tienda de La Duquesita con su extra de crujiente; Mayson Kaiser nos muestran la magnífica versión europeizada de chocolate con sal, Moulin Chocolat consigue una capa insuperable de chocolate casi en fundición….. Todas ellas buenísimas, todas ellas carísimas.
Las palmeras que comíamos solían ser de un hojaldre bastante infame, que no había visto una gota de mantequilla ni por casualidad y cuyo chocolate distaba mucho de los porcentajes que hoy nos encantan resaltar del cacao. En realidad, recuerdo perfectamente que lo que más buscábamos en aquellas palmeras era que, por error del proceso industrial, se hubiese formado un hueco en el hojaldre y este se hubiera rellenado de ese grasiento chocolate……lo mejor de lo mejor.
No tengo duda que una gran mayoría de los que actualmente compramos esas pijadas que hacen ahora en las pastelerías, lo que intentamos comprar es esa sensación infantil de las palmeras de los recreos. Pero el resultado al final nunca es el mismo porque, como ya nos cantó Dylan hace muchos muchos años: “no se puede comprar una emoción”
Detalles
Hay palmeras de chocolate para todos los gustos y colores, y tambien tamaños, desde tartas de palmera de tamaño considerable hasta mini palmeras.
Hay unas minipalmeras de chocolate en La Duquesita, en Madrid que son mis favoritas, y además la tienda es preciosa.