Nada más cruzar la puerta de Kechua, junto a la Plaza de Ópera, sabes que has entrado en territorio peruano. La comida, por supuesto, es peruana; los camareros también lo son y, lo más sorprendente, el noventa por ciento de los comensales son peruanos. Y eso, en un panorama hostelero lleno de “restaurantes típicos” que no son más que versiones folclóricas para turistas, es la mejor señal: aquí se come como en casa, y los que saben lo confirman.
Primera razón para ir: la autenticidad.
Segunda: a pesar de estar en una ubicación privilegiada, los precios son contenidos. Un menú entre semana cuesta 16,90 €.
Tercera: simplemente, se come bien.
La experiencia arranca con un aperitivo de cancha (ese maíz grande y crujiente) y de ahí pasamos a los primeros. El ceviche es lo que debe ser: potente, ácido, picante y fresco. La causa limeña, cercana a nuestra ensaladilla de patata pero con identidad propia, está muy bien lograda.
De segundo, probamos un chicharrón de pescado con frijoles en el que sorprende la calidad del pescado, poco habitual en un menú del día. Es cierto que los platos fuertes peruanos pierden algo de la elegancia de los primeros, más refinados, pero siguen siendo sabrosos y contundentes.
De postre, un arroz con leche ligero y bien terminado pone el broche final. ( y si se lo está preguntando la respuesta es sí, el arroz con leche es un típico postre peruano)
En resumen: si buscas un peruano, peruano de verdad en Madrid… ya sabes dónde.




