De todas las formas de delirio colectivo, el referido a los roscones de reyes probablemente es el más desconcertante de todos. Aclaremos un poco el contexto para aquellos no muy familiarizados: Se trata de una bollo con una masa no demasiado sofisticada, basada en la santa trinidad de la grasa, la harina y huevos…. como miles de bollos en el mundo. Este bollo se hornea (como casi todos) y se le pone por encima almendras, azúcar y una serie de frutas embebidas en azúcar que no le gustan absolutamente a nadie y que se conocen como escarchadas. El resultado es un producto tirando a seco, recubierto en su parte superior por una masa azucarada de poco éxito y con un tenue sabor a azahar (generalmente proveniente de productos químicos). Reconozcamos que no dan ganas ni de acercarse.

Obligados por tradición a comerlo en el Noche/Día de Reyes los avispados pasteleros comenzaron a inundarlos de natas y cremas azucaradas, y así ocultar de alguna manera su sequedad. El resultado empeora aún más pues la calidad de la masa empieza a carecer de importancia y para colmo se almacenan en neveras agarrotando y humedeciendo definitivamente el bollo. Descorazonador.

El tercer paso de este camino hacia el vacío es el precio. Un producto que en el peor de los casos se debería vender por unos ocho euros el kilo (y con mucho beneficio) se está poniendo hasta a 60 € sin el menor rubor y con subidas año tras año… La explicación es que a falta de elementos de juicio el consumidor concluye que en esencia el mejor roscón es el más caro.

Y la pregunta es ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí? El delirio como siempre parte de una serie de creencias absurdas que se encadenan. Primera: cada ciudadano es un gourmet de finísimo paladar; segunda: esa cualidad alcanza su sumun en la cata de roscones; tercera: esta competición concede su ganador en función de la cola que se forme en la pastelería; cuarta: para hacer cola la única cualidad del roscón es que tiene que ser caro. ERGO. Si yo voy a pagar mucho y estoy en la cola más larga es que estoy con el ganador y por lo tanto soy un gourmet de finísimo paladar. Y así hasta el infinito….

Visto con un poco de perspectiva lo que más me gusta de los roscones son esas magnificas figuritas de la suerte, una de las formas de arte pop que hubieran fascinado a Andy Warhol. Feliz 2024