Hay dos momentos en el que el ser humano alcanza por un rato un momento de plenitud, uno de esos pocos instantes de aceptación total…y no son cuando uno medita o cuando sube al Tíbet, se producen cuando uno bebe con sed o come con hambre (también se me ocurre otro momento asimilable, pero supera el ámbito de “Sardina…).
Olvidémonos por un instante de toda la papanatería gastronómica. Cuando nuestro organismo nota penetrar las grasas y los azucares en su interior tras ser atacado por esa sensación que es el hambre, es sencillamente un instante de plenitud. No dura mucho, pero nos iguala por un instante con el homínido que tras irse varias noches a dormir de vacío conseguía cazar un conejo o encontraba un frutal rebosante. Qué maravilla.
Hay un libro interesante de cocina, que acaba de salir hace pocos meses, y que precisamente hace referencia a esta sensación atávica: “Las Recetas del Hambre, la comida de los años de la posguerra”.
¿Cómo se cocina cuando no hay para comer? La respuesta es con muy poco…pero ¿Es esa comida “pobre” gastronómicamente? Muy al contrario, creo que alguna de las mejores creaciones del ser humano en la cocina se ha hecho con los estómagos vacíos y sólo restos para poder cocinar. Las migas, de las que se nos cuentan un buen número de recetas, son un plato exquisito. La sopa de ajo, apenas unos trozos de este tubérculo, pimentón y pan duro, una de las reinas de las comidas de invierno. A parte de estos clásicos hay auténticos descubrimientos de arqueología culinaria como los “Boquerones de secano”, en los que unas hierbas llamadas lenguazas eran rebozadas como boquerones y fritas; o la “Tortilla de patatas sin patatas ni huevo” en los que la parte blanca de la naranja y una gacha de harina hacían las veces (que curiosidad probar este plato) Hecho sin embargo en falta una variante de las patatas a lo pobre que juraría que aún hoy se siguen preparando en Madrid: aquellas en las que la patata es tratada como proteína (rebozada, frita) y posteriormente guisada en una salsa consistente como si de carne se tratara…..sencillamente exquisita.
Se publica una infinidad de libros de cocina, pero francamente pocos con interés. “Las recetas del hambre” es de este reducido grupo de elegidos.