Se dice que en San Sebastián se come bien en cualquier parte, pero la verdad es que no siempre es así: hay sitios donde la experiencia deja que desear… y además suele ser cara. Por suerte, Zazpi, el restaurante anexo al Museo San Telmo, nos devolvió la fe en la gastronomía donostiarra.
La experiencia empezó con un pan de maíz memorable (algo que no siempre cuidan, como bien ha criticado el propio Arguiñano). Después llegaron unas croquetas que sorprendieron: crujientes por fuera, casi líquidas por dentro y con un sabor brutal. Inolvidables.
La ensaladilla con mejillones fue otro acierto, combinando la acidez del escabeche con la suavidad de la patata. El risotto de hongo y foie estaba en su punto, sabroso y con el arroz perfectamente cocinado, algo que no es tan común como parece.
El plato más fotogénico: puntalette de chipirón con una teja de tinta espectacular, porque en Zazpi también se come con los ojos. Y el gran final: el cubo de panceta glaseada. Sinceramente no creo que sea muy recomendable para una dieta baja en grasas, pero si está usted a punto de dejar este mundo yo sería uno de los platos que pediría, dudo que en el cielo se encuentre algo mejor. Concluyendo, en sitios como Zazpi todavía se puede comer muy bien por un precio razonable. Si pasan por esta preciosa ciudad no se lo pierdan.